domingo, 10 de marzo de 2013

Tú, yo... en una noche de invierno.

Tú. Yo. Tú y yo. Nosotros juntos en una tarde de invierno.
Hace frío, tengo frío. Eres consciente de ello y por eso en estos momentos me estás abrazando. Estoy entre tus cálidas manos, mientras descansamos los dos en el sofá. 
Está todo en silencio, él se apodera de nosotros. Y entonces te miro, no puedo dejar de contemplar tu belleza mientras tú a la vez me acaricias el pelo. Sonrío.
Me siento bien, perfectamente... no podría estar mejor. En ti encuentro mi hogar, mi casa, la serenidad y la tranquilidad.
Pero, ¿qué ocurre? ¿por qué en estos momentos no somos capaces de decir ni una palabra? Puede que estemos nerviosos, ambos estamos imaginando qué podría pasar... algo mágico, increíble, algo entre dos. Algo entre tú y yo. Nosotros. En uno.
Siento que no aguanto más, quiero que ocurra. Ya. Ahora. Estás tan cerca de mí que ya no soporto estas ganas. Me aproximo a ti, a tu rostro. Te das cuenta, sonríes. Sabes mis intenciones perfectamente, por lo que tú te das prisa por hacer lo mismo. Te acercas... más, más, un poco más. Y entonces nuestros labios comienzan a rozarse. Soy capaz en estos momentos de sentir tu calidad, tu dulzura, tu pasión.
Tu respiración se agita. Siento que se acelera, y eso hace que me ocurra a mí lo mismo. Va cada vez más fuerte, no podemos parar... pero, ¿qué pasa?, ¿que va a ocurrir ahora?.
Mientras nuestros labios están entrelazados, besándonos, siento que una de tus dulces manos comienza a rozar mi brazo, dulcemente, con dulzura. No puedo evitar que ahora un enorme escalofrío se apodere de todo mi cuerpo. Puedo imaginarme tus intenciones, y no quiero parar, quiero que continúes, sigue.
Y entonces comienzas a tocar mi camisa de botones... un botón fuera, y otro, y otro más. El último. La parte posterior de mi cuerpo queda libre y te aproximas a besarme... siento que voy a explotar.
Entonces, yo también quiero seguir tu juego... no puedo resistirme a estarme quieta por lo que comienzo a tocar tu espalda, te acaricio... quiero quitarte toda la ropa, pero sabes que mi timidez no me deja ir más allá... sonríes, coges mis manos dulcemente, las acaricias... te aproximas hacia mi oído y me susurras que todo irá bien, que si quiero continuar con esto. Sí. Sí. Sí. Es lo que siempre había esperado, esto es muy especial, mágico.
Te encargas de quitarte la camiseta, ambos estamos semi desnudos. Nos besamos. No podemos parar de darnos amor y cariño. Entonces, te levantas del sofá, quieres algo... quieres que nos dirijamos hacia la cama. Tiemblo. No sé que hacer ni como actuar, pero a tu lado me siento segura, contigo me voy.
Estamos en el dormitorio, juntos, completamente solos... próximos a la cama, me tumbas sobre ella. Mi respiración cada vez va más rápido, siento que no puedo controlarme, tengo unas ganas increíbles de besarte, de sentirte, de tenerte entre mis brazos... de tenerte dentro de mí.
Tú tampoco puedes aguantar más. Me observas tan dulce, ingenua y niña ahí, tumbada en la cama, suplicándote con la mirada que me beses, que te acerques a mí. Y lo haces, te siento sobre mí... tan cálido, eres hermoso. 
Nuestras últimas prendas de ropa han desaparecido, ya no hay ni rastro de ellas... ya no están. 
No podemos parar de observarnos mientras la luz de la luna nos señala entre la ventana con su blanca luz. Las estrellas nos sonríen, son testigo de nuestra pasión, de nuestro amor... de cuanto nos queremos.
Tú, yo... juntos. Llenitos de amor en una noche de invierno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario