domingo, 29 de junio de 2014

Después de la tormenta siempre llega la calma.

Esa sensación. Esa puta sensación. Esa necesidad. Ese maldito anhelo.
Después de la tormenta siempre llega la calma. Ahora es cuando puedo decir que estoy siguiendo con mi camino. A la mierda el pasado. A la mierda quien se fue y no supo quedarse. No quiero volver atrás.
Quemaba. Ardía. Se me erizaba la piel a cada segundo, cada minuto, a cada hora del día. Llanto. Pesadillas. Recuerdo que no podía sacarle de mis pensamientos, de mi vida. Era terrible esa sensación de que ya no estaba. No estaba y no iba a volver. No estaba y yo no podía hacer nada para evitarlo. Lo peor de todo es que no quería pensar en él, pero mi cabeza no me dejaba evitarlo. No podía. Mis fuerzas se me iban en el intento. Estaba luchando contra mí misma.
Pero ahora, después de un tiempo, decidí enfrentarme al pasado y continuar con mi presente. No sirve de nada querer volver atrás, ya que es imposible. Lo que fue, fue. Y ya nada volverá a ser lo mismo.
¡Y menos mal que nada puede volver a ser lo mismo! No quiero volver a pasar por aquello. No quiero volver a tener a mi lado a una persona similar. Eso sí, no me arrepiento de nada. De nada. Si algo fue como fue, fue porque en ese momento me hizo feliz. No puedo negarlo. Fui feliz por un corto intervalo de tiempo. Pero si pude ser feliz con aquellas circunstancias, seré inmensamente feliz al lado de alguien que valga la pena. Tiempo al tiempo.
No hay quien pueda parar el tren, y sé que esa persona está en alguna parte de este mundo.